El día que 20.000 personas abandonaron la ciudad de Londres ante la llegada del ‘Fin del Mundo’
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Alfred López
Numerosísimas
han sido las ocasiones en las que, a lo largo de toda la Historia,
alguna persona, colectivo o cultura ha realizado alguna profecía o
predicción que estaba relacionada con el Fin del Mundo.
De
los centenares de vaticinios que se han realizado, el que tuvo lugar
durante el primer cuarto del siglo XVI es, posiblemente, uno de los más
famosos de la época y el que, quizás, más personas llegó a movilizar.
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Un
grupo de destacados astrólogos se reunieron durante el mes de junio del
año 1523 y tras aportar cada uno de ellos sus conocimientos para llegar
a la conclusión que el 1 de febrero de 1524 era la fecha señalada para
la llegada del Fin del Mundo, el cual se produciría con devastadoras
inundaciones en la ciudad de Londres.
A
lo largo de los siguientes meses la noticia de la mencionada predicción
se fue extendiendo entre la población, siendo muchos los religiosos
que, desde sus púlpitos, anunciaban la llegada de un nuevo ‘Diluvio
Universal’, algo que provocó que fueran muchísimos los ciudadanos que
comenzaran a inquietarse (debemos tener en cuenta que en aquella época
la mayoría de la población era profundamente creyente y ‘temerosa de la
ira de Dios’).
Las
semanas previas se dieron curiosos episodios como el aprovisionamiento
masivo de comida por parte de los más pudientes, entre ellos los
religiosos de la iglesia de Saint Bartholomew (en
Smithfield, al noroeste del actual Londres), quienes aparte de almacenar
comida para un par de meses convirtieron la parroquia en una auténtica
fortaleza.
A
una semana del anunciado Fin del Mundo, llegaron noticias alarmantes
desde el continente en el que se anunciaba que el astrólogo Nicolás Peranzonus,
basándose en la conjunción de todos los planetas en Piscis, había
realizado una predicción similar a la de los astrólogos londinenses y
anunciaba catastróficas inundaciones para el mes de febrero que traerían
la destrucción de la vida en el planeta.
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Este
hecho acabó de convencer a los más escépticos y, llegado el 1 de
febrero, alrededor de 20.000 personas abandonaban sus hogares para
dirigirse a las afueras de la ciudad y colocarse en estratégicos lugares
de mayor altura.
Uno de esos lugares fue ‘Harrow on the Hill’,
una colina, por aquel entonces hacia las afueras de Londres, a la que
subieron varias barcas con las que navegar y sobrevivir en el momentos
del diluvio.
Pero
pasó aquel anunciado día y sobre la capital londinense no había caído
ni una sola gota de lluvia. Al día siguiente tampoco, ni al otro y ni
tan siquiera en toda la semana que lo precedió. Algo además insólito en
una población acostumbrada a que cada dos por tres llueva, aunque fuera
una pequeña llovizna.
Los
astrólogos londinenses, reunidos de nuevo, anunciaron que habían
cometido un pequeño error de cálculo y que el anunciado diluvio que
traería el Fin del Mundo no llegaría hasta el 1 de febrero de 1624, o
sea, un siglo después.
Según
indican las crónicas (y por lo que hemos podido comprobar) cien años
más tarde tampoco llegaría el anunciado fin del mundo, ni lo ha hecho en
las centenares de ocasiones en las que se ha vaticinado tal
acontecimiento.
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