CRONOLOGIA HISTORICA DE LOS DIOSES ANNUNAKI
Planeta
Azul en su empeño por escudriñar los albores de la verdadera historia
humana, presenta una cronología histórica, que la ciencia, la iglesia y
la historia oficial no aceptan; debido a que socavaría las bases del
orden mundial establecido. Hace unos 445.000 años, astronautas de otro
planeta llegaron a la Tierra en busca de oro. Tras amerizar en uno de
los mares de la Tierra, desembarcaron y fundaron Eridú, «Hogar en la
Lejanía». Con el tiempo, el asentamiento inicial se extendió hasta
convertirse en la flamante Misión Tierra, con un Centro de Control de
Misiones, un espacio puerto, operaciones mineras e, incluso, una
estación de paso en Marte. Escasos de mano de obra, los astronautas
utilizaron la ingeniería genética para darle forma a los Trabajadores
Primitivos -el Homo sapiens. Más tarde, el Diluvio barrió la Tierra en
una inmensa catástrofe que hizo necesario un nuevo comienzo; los
astronautas se convirtieron en dioses y le concedieron la civilización a
la Humanidad, transmitiéndosela a través del culto. Después, hace unos
cuatro mil años, todo lo conseguido se desmoronó en una catástrofe
nuclear provocada por los
visitantes en el transcurso de sus propias rivalidades y guerras. Todo
lo ocurrido en la Tierra, y especialmente los acontecimientos acaecidos
desde el inicio de la historia del ser humano, lo ha plasmado el
cronista, arqueólogo e historiador, ruso israelí, Zecharia Sitchin en su
obra, a partir de la Biblia, de tablillas de arcilla, de mitos de la
antigüedad y de descubrimientos arqueológicos. Pero, ¿qué ocurrió
antes de los acontecimientos en la Tierra, qué ocurrió en el propio
planeta de los astronautas, Nibiru, que les llevó a los viajes
espaciales, a su necesidad de oro y a la creación del Hombre? ¿Qué
emociones, rivalidades, creencias, morales (o ausencia de éstas)
motivaron a los principales protagonistas en las sagas celestes y
espaciales? ¿Cuáles fueron las relaciones que llevaron a una escalada de
la tensión en Nibiru
y en la Tierra, qué tensiones surgieron entre viejos y jóvenes, entre
los que habían llegado de Nibiru y los nacidos en la Tierra? ¿Y hasta
qué punto lo sucedido vino determinado por el Destino – un destino cuyo
registro de acontecimientos del pasado guarda la clave del futuro? ¿No
sería prometedor que uno de los principales protagonistas, un testigo
presencial que podía distinguir entre Suerte o Hado y Destino,
registrara para la posteridad el cómo, el dónde, el cuándo y el porqué
de todo, los Principios y los Finales? Pues eso es, precisamente, lo que
algunos de ellos hicieron; ¡y entre los principales de éstos estuvo el
líder que comandó
el primer grupo de astronautas! Tanto expertos como teólogos reconocen
en la actualidad que los relatos bíblicos de la Creación, de Adán y Eva,
del Jardín del Edén, del Diluvio o de la Torre de Babel se basaron en
textos escritos milenios antes en Mesopotamia, en especial escritos por
los sumerios. Y éstos, a su vez, afirmaban con toda claridad que
obtuvieron sus conocimientos acerca de lo acontecido en el pasado
(muchos de ellos de una época anterior al comienzo de
las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de la Humanidad) de
los escritos de los Anunnaki («Aquellos Que del Cielo a la Tierra
Vinieron»), los «dioses» de la antigüedad. Como resultado de un siglo y
medio de descubrimientos arqueológicos en las ruinas de las
civilizaciones de la antigüedad, especialmente en Oriente Próximo, se
han descubierto un gran número de estos primitivos textos; los hallazgos
han revelado un gran número de textos desaparecidos -los llamados
libros perdidos- que, o bien se mencionaban en los textos descubiertos, o
se inferían a partir de ellos, o era conocida su existencia debido que
habían sido catalogados en las bibliotecas reales o de los templos. En
ocasiones, los «secretos de los dioses» se revelaron en parte en relatos
épicos, como en la Epopeya de Gilgamesh, que desvelan el debate que
tuvo lugar entre los dioses y que llevó a la decisión de que la
Humanidad pereciera en el Diluvio, o en un texto titulado Atra Hasis,
que recuerda el motín de los
Anunnaki que trabajaban en las minas de oro y que llevó a la creación
de los Trabajadores Primitivos -los Terrestres. De cuando en cuando, los
mismos líderes de los astronautas fueron los que crearon las
composiciones; a veces, dictando el texto a un escriba, como en el
titulado La Epopeya de Erra, en el cual uno de los dos dioses que
desencadenaron la catástrofe nuclear intentó inculpar a su adversario; a
veces, haciendo de escriba el mismo dios, como ocurre con el Libro de
los Secretos de Thot
(el dios egipcio del conocimiento), que el mismo dios había ocultado en
una cámara subterránea. Según la Biblia, cuando el Señor Dios Yahveh le
dio los Mandamientos a su pueblo elegido, los inscribió en un principio
por su propia mano en dos tablas de piedra que le entregó a Moisés en
el Monte Sinaí. Pero, después de que Moisés arrojara y rompiera estas
tablas como respuesta al incidente del becerro de oro, las nuevas tablas
las inscribió el mismo Moisés, por ambos lados, mientras permaneció en
el monte durante cuarenta días y cuarenta noches, tomando al dictado las
palabras del Señor. Si no hubiera sido por un relato escrito en un
papiro de la época del faraón egipcio Khufu (Keops) concerniente al
Libro de los Secretos de Thot, no se habría llegado a conocer la
existencia de ese libro. Si no hubiera sido por las narraciones bíblicas
del Éxodo y el Deuteronomio, nunca habríamos sabido nada de las tablas
divinas ni de su contenido; todo esto se habría convertido en parte de
la enigmática colección de los «libros perdidos» cuya existencia nunca
habría salido a la luz. Y no resulta tan doloroso el hecho de que, en
algunos casos, sepamos que hayan existido determinados textos, como que
su contenido permanezca en la oscuridad. Éste es el caso del Libro de
las Guerras de Yahveh y del Libro de Jasher (el «Libro del Justo»), que
se mencionan específicamente en la Biblia. En al menos dos casos, se
puede inferir la existencia de libros antiguos (textos primitivos
conocidos por el narrador bíblico). El capítulo 5 del Génesis comienza
con la afirmación
«Éste es el libro del Toledoth de Adán», traduciéndose normalmente el
término Toledoth como «generaciones», pero su significado más preciso es
«registro histórico o genealógico». De hecho, a lo largo de milenios,
han sobrevivido versiones parciales de un libro que se conoció como el
Libro de Adán y Eva en armenio, eslavo, siriaco y etíope; y el Libro de
Henoc (uno de los llamados libros apócrifos que no se incluyeron en la
Biblia canónica) contiene fragmentos que, según los expertos,
pertenecieron a un libro mucho más antiguo, el Libro de Noé. Un ejemplo
que se menciona con frecuencia sobre el gran número de libros perdidos
es el de la famosa Biblioteca de Alejandría, en Egipto. Fundada por el
general Tolomeo tras la muerte de Alejandro en el 323 a.C, se dice que
contenía más de medio millón de «volúmenes», de libros inscritos en
diversos materiales (arcilla, piedra, papiro, pergamino). Aquella gran
biblioteca, donde los eruditos se reunían para estudiar el conocimiento
acumulado, se quemó y fue destruida en las guerras que se desarrollaron
entre el 48 a.C. y la conquista árabe, en el 642 d.C. Lo que ha quedado
de sus tesoros es una traducción al griego de los cinco primeros libros
de la Biblia
hebrea, y fragmentos que se conservaron en los escritos de algunos de
los eruditos residentes de la biblioteca. Y es así como sabemos que el
segundo rey Tolomeo comisionó, hacia el 270 a.C, a un sacerdote egipcio
al que los griegos llamaron Manetón para que recopilara la historia y la
prehistoria de Egipto. Al principio, escribió Manetón, sólo los dioses
remaron allí; luego, los semidioses y, finalmente, hacia el 3100 a.C,
comenzaron las dinastías faraónicas. Escribió que los reinados divinos
comenzaron diez mil
años antes del Diluvio y que se prolongaron durante miles de años,
presenciándose en el último período batallas y guerras entre los dioses.
En los dominios asiáticos de Alejandro, donde el cetro cayó en manos
del general Seleucos y de sus sucesores, también tuvo lugar un empeño
similar por proporcionar a los sabios griegos un registro de los
acontecimientos del pasado. Un sacerdote del dios babilónico Marduk,
Beroso, con acceso a las bibliotecas de tablillas de arcilla, cuyo
centro era la biblioteca del templo de Jarán (ahora en el sudeste de
Turquía), escribió una historia de dioses y hombres en tres volúmenes
que comenzaba 432.000 años antes
del Diluvio, cuando los dioses llegaron a la Tierra desde los cielos.
En una lista en la que figuraban los nombres y la duración de los
reinados de los diez primeros comandantes, Beroso decía que el primer
líder, vestido como un pez, llegó a la costa desde el mar. Era el que le
daría la civilización a la Humanidad, y su nombre, pasado al griego,
era Oannes. Encajando muchos detalles, ambos sacerdotes hicieron entrega
de relatos de dioses del cielo que habían venido a la Tierra, de un
tiempo en que sólo los dioses reinaban en la Tierra y del catastrófico
Diluvio. En los trozos y en los fragmentos
conservados (en otros escritos contemporáneos) de los tres volúmenes,
Beroso daba cuenta específicamente de la existencia de escritos
anteriores a la Gran Inundación -tablillas de piedra que se ocultaron
para salvaguardarlas en una antigua ciudad llamada Sippar, una de las
ciudades originales que fundaran los antiguos dioses. Aunque Sippar fue
arrollada y arrasada por el Diluvio, al igual que el resto de las
ciudades antediluvianas de los dioses, apareció una referencia a los
escritos antediluvianos en los anales del rey asirio Assurbanipal (668-
633 a.C). Cuando, a mediados del siglo xix, los arqueólogos descubrieron
la antigua capital asiría de Nínive (hasta entonces, conocida sólo por
el Antiguo Testamento), hallaron en las ruinas
del palacio de Assurbanipal una biblioteca con los restos de alrededor
de 25.000 tablillas de arcilla inscritas. Coleccionista asiduo de
«textos antiguos», Assurbanipal hacía alarde en sus anales: «El dios de
los escribas me ha concedido el don del conocimiento de su arte; he sido
iniciado en los secretos de la escritura; incluso puedo leer las
intrincadas tablillas en sumerio; entiendo las palabras enigmáticas
cinceladas en la piedra de los días anteriores a la Inundación». Sabemos
ahora que la civilización sumeria floreció en lo que es ahora
Iraq casi un milenio antes de los inicios de la época faraónica en
Egipto, y que ambas serían seguidas posteriormente por la civilización
del Valle del Indo, en el subcontinente indio. También sabemos ahora que
los sumerios fueron los primeros en plasmar por escrito los anales y
los relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás pueblos,
incluidos los hebreos, obtuvieron los relatos de la Creación, de Adán y
Eva, Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel; y de las guerras y los
amores de los dioses, como se reflejaron en los escritos y los
recuerdos de los griegos, los hititas, los cananeos, los persas y los
indoeuropeos. Como atestiguan todos estos antiguos escritos, sus fuentes
fueron aún más antiguas; algunas descubiertas, muchas pérdidas. El
volumen de estos primitivos escritos es asombroso; no miles, sino
decenas de miles de tablillas de arcilla se han descubierto en las
ruinas del Oriente Próximo de la antigüedad. Muchas tratan o registran
aspectos de la vida cotidiana, como acuerdos comerciales o salarios de
los trabajadores, o registros matrimoniales. Otros, descubiertos
principalmente en las bibliotecas palaciegas, conforman los Anales Reales;
otros más, descubiertos en las ruinas de las bibliotecas de los templos
o en las escuelas de escribas, conforman un grupo de textos canónicos,
de literatura sagrada, que se escribieron en lengua sumeria y se
tradujeron después al acadio (la primera lengua semita) y, más tarde, a
otras lenguas de la antigüedad. E, incluso, en estos escritos
primitivos, que se remontan a casi seis mil años, encontramos
referencias a «libros» (textos inscritos en tablillas de piedra)
perdidos. Entre los hallazgos increíbles (pues decir «afortunados» no
transmitiría plenamente la idea de milagro) realizados en las ruinas de
las ciudades de la antigüedad y en sus bibliotecas, se encuentran unos
prismas de arcilla donde aparece información de los diez soberanos
antediluvianos y de sus 432.000 años de reinado, una información a la
que ya aludía Beroso. Conocidas como las Listas
de los Reyes Sumerios (y exhibidas en el Museo Ashmolean de Oxford,
Inglaterra), sus distintas versiones no dejan lugar a duda de que los
compiladores sumerios tuvieron acceso a cierto material común o canónico
de textos primitivos. Junto con otros textos, igualmente antiquísimos,
descubiertos en diversos estados de conservación, estos textos sugieren
rotundamente que el cronista original de la Llegada, así como de los
acontecimientos que la precedieron y la siguieron, había sido uno de
aquellos líderes, un participante clave, un testigo presencial. Ese
testigo presencial de los acontecimientos y participante clave en ellos
era el líder que había amerizado con el primer grupo de astronautas. En
aquel momento, su nombre-epíteto era E.A., «Aquel Cuyo Hogar Es Agua», y
sufrió la amarga decepción de que el mando de la Misión Tierra se le diera a su hermanastro y rival EN.LIL («Señor del Mandato»), una humillación que no quedaría suficientemente mitigada con la concesión del título de EN.KI,
«Señor de la Tierra». Relegado de las ciudades de los dioses y de su
espacio puerto en el E.DIN («Edén») para supervisar la extracción de oro
en el AB.ZU (África
sudoriental), Ea/Enki fue, además de un gran científico, el que
descubrió a los homínidos que habitaban aquellas zonas. Y, de este modo,
cuando se amotinaron y dijeron «¡Ya basta!» los Anunnaki que trabajaban
en las minas, fue él quien pensó que la mano de obra que necesitaban se
podía conseguir adelantándose a la evolución por medio de la ingeniería
genética; y así apareció el Adam (literalmente, «El de la Tierra», el
Terrestre). Como híbrido que era, el Adán no podía procrear; pero los
acontecimientos de los que se hace eco el relato bíblico de Adán y Eva
en el Jardín del Edén dan cuenta de la segunda manipulación genética de
Enki, que añadió los genes cromosómicos extras necesarios para la
procreación. Y cuando la Humanidad, al proliferar, resultó no adecuarse a
lo que tenían previsto los dioses, fue él, Enki, el que desobedeció
el plan de su hermano Enlil de dejar que la Humanidad pereciera en el
Diluvio, unos acontecimientos en los que el héroe humano recibió el
nombre de Noé en la Biblia, y Ziusudra en el texto sumerio original, más
antiguo. Ea/Enki era el primogénito de Anu, soberano de Nibiru, y como
tal estaba versado en el pasado de su planeta (Nibiru) y de sus
habitantes. Científico competente, Enki legó los aspectos más
importantes de los avanzados conocimientos de los Anunnaki a sus dos
hijos, Marduk y Nin-gishzidda (que, como dioses egipcios, eran conocidos
allí como Ra y Thot respectivamente). Pero también jugó un papel
fundamental al compartir con la Humanidad ciertos aspectos de tan
avanzados conocimientos, enseñándoles a individuos seleccionados los
«secretos de los dioses». En al menos dos ocasiones,
estos iniciados plasmaron por escrito (tal como se les indicó que
hicieran) aquellas enseñanzas divinas como legado de la Humanidad. Uno
de ellos, llamado Adapa, y probablemente hijo de Enki con una hembra
humana, es conocido por haber escrito un libro titulado Escritos
referentes al Tiempo -uno de los libros perdidos más antiguos. El otro,
llamado Enmeduranki, fue con toda probabilidad el prototipo del Henoc
bíblico, aquel que fue elevado al cielo después de confiar a sus hijos
el libro de los secretos divinos, y del cual posiblemente haya
sobrevivido una versión en el extrabíblico Libro de Henoch. A pesar de
ser el primogénito de Anu, Enki no estaba destinado a ser el sucesor de
su padre en el trono de Nibiru. Unas complejas normas sucesorias,
reflejo de la convulsa
historia de los nibiruanos, le daban ese privilegio al hermanastro de
Enki, Enlil. En un esfuerzo por resolver este agrio conflicto, Enki y
Enlil terminaron en una misión en un planeta extraño -la Tierra-, cuyo
oro necesitaban para crear un escudo que preservara la cada vez más
tenue atmósfera de Nibiru. Fue en este marco, complicado aún más con la
presencia en la Tierra de su hermanastra Ninhursag (la oficial médico
jefe de los Anunnaki), donde Enki decidió desafiar los planes de Enlil
de hacer que la Humanidad pereciera en el Diluvio. El conflicto siguió
adelante entre ambos hermanastros, e incluso entre sus nietos; y el
hecho de que todos ellos, y especialmente los nacidos en la Tierra, se
enfrentaran a la pérdida de longevidad que el amplio período orbital de
Nibiru les proporcionaba incrementó aún más las angustias personales y
agudizó las ambiciones. Y todo esto culminó en el último siglo del
tercer milenio a.C, cuando Marduk, primogénito de Enki con su esposa
oficial, proclamó que él, y no el primogénito de Enlil, Ninurta, debía
heredar la Tierra. El amargo conflicto, que supuso el desarrollo de una
serie de guerras, llevó al final a la utilización de armas nucleares;
aunque no intencionado, el resultado de todo ello fue el hundimiento de
la civilización
sumeria. La iniciación de individuos escogidos en los «secretos de los
dioses» marcó los inicios del Sacerdocio, los linajes de mediadores
entre los dioses y el pueblo, los transmisores de la Palabra Divina a
los mortales terrestres. Los oráculos (interpretaciones de los
pronunciamientos divinos) se mezclaron con la observación de los cielos
en busca de augurios. Y a medida que la Humanidad se vio arrastrada a
tomar parte en los conflictos de los dioses, la Profecía comenzó a jugar
su papel. De hecho, la palabra para designar a estos portavoces de los
dioses que proclamaban lo que iba a pasar, Nabih, era el epíteto del
hijo primogénito de Marduk, Nabu, que en nombre de su padre, exiliado,
intentó convencer a la Humanidad de que los signos celestes indicaban la
inminente supremacía de Marduk. Este estado de cosas llevó a la
necesidad de diferenciar entre Suerte y Destino. Las promulgaciones de
Enlil, y a veces incluso de Anu, que siempre habían sido
incuestionables, se veían sujetas ahora al examen de la diferencia entre
NAM (el Destino, como las órbitas planetarias, cuyo curso está
determinado y no se puede cambiar) y NAM.TAR, literalmente, el destino que puede ser torcido, roto, cambiado (que era la Suerte o el Hado). Revisando y rememorando
la secuencia de los acontecimientos, y el paralelismo aparente entre lo
que había sucedido en Nibiru y lo que había ocurrido en la Tierra, Enki
y Enlil comenzaron a ponderar filosóficamente lo que, ciertamente,
estaba destinado y no se podía evitar, y el hado que venía como
consecuencia de decisiones acertadas o equivocadas y del libre albedrio.
Éstas no se podían predecir, mientras que las primeras se podían
anticipar (especialmente, si eran cíclicas, como las órbitas
planetarias; si lo que fue volvería a ser, si lo Primero también sería
lo Último). Las consecuencias climáticas de la desolación nuclear
agudizaron el examen de conciencia entre los líderes de los Anunnaki y
llevaron a la necesidad de explicar a las devastadas masas humanas por
qué había ocurrido aquello. ¿Había sido cosa del destino, o había sido
el resultado de un error de los Anunnaki? ¿Había algún responsable,
alguien que tuviera que rendir cuentas? En las reuniones de los Anunnaki
en las vísperas de la calamidad, fue Enki el único que se opuso a la
utilización de las armas prohibidas. De ahí la importancia que tuvo para
Enki explicar a los supervivientes qué había sucedido en la saga de los
extraterrestres que, a pesar de sus buenas intenciones, habían
terminado siendo tan destructores. ¿Y quién, sino Ea/Enki, que había
sido el primero en llegar y presenciarlo todo, era el más cualificado
para relatar el Pasado, con el fin de poder adivinar el Futuro? Y la
mejor forma de relatarlo todo era en un informe, escrito en primera
persona por el mismo Enki. Es cierto que hizo una autobiografía, por lo
que se deduce de un largo texto (pues se extiende al menos en doce
tablillas) descubierto en la biblioteca de Nippur, donde se cita a Enki
diciendo:
Cuando llegué a la Tierra, había mucho inundado.
Cuando llegué a sus verdes praderas, montículos y cerros se levantaron a mis órdenes.
En un lugar puro construí mi hogar, un nombre adecuado le di.
Este largo texto continúa diciendo que Ea/Enki asignó tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión en la Tierra. Otros muchos textos, que relatan diversos aspectos del papel de Enki en los acontecimientos que siguieron sirven para completar el relato de Enki; entre ellos hay una cosmogonía, una Epopeya de la Creación, en cuyo núcleo se halla el propio texto de Enki, que los expertos llaman La Génesis de Eridú. En ellos, se incluyen descripciones detalladas del diseño del Adán, y cuentan cómo otros Anunnaki, varón y hembra, llegaron hasta Enki en su ciudad de Eridú para obtener de él el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban codificados todos los aspectos de la civilización; y también hay textos de la vida privada y de los problemas personales de Enki, como el relato de sus intentos por conseguir tener un hijo con su hermanastra Ninhursag, sus promiscuas relaciones tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas consecuencias que se derivaron de todo ello. El texto del Atra Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un estallido de las rivalidades Enki-Enlil al dividir los dominios de la Tierra entre ellos; y los textos que registran los acontecimientos que precedieron al Diluvio reflejan casi palabra por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato de Noé y el arca, relato conocido sólo por la Biblia, hasta que se encontró una de sus versiones originales mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh. Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los «mitos» egipcios, hititas y cananeos, y las narraciones bíblicas forman el cuerpo principal de memorias escritas de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido reunido y utilizado, de la mano de Zecharia Sitchin, para recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos autobiográficos y las penetrantes profecías de un dios extraterrestre. Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al profeta Isaías (siglo vii a.C):
Ahora ven,
escríbelo en una tablilla sellada,
grábalo como un libro;
para que sea un testimonio hasta el último día,
un testimonio para siempre.
Isaías 30,8
Al tratar del pasado, el mismo Enki percibió el futuro. La idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrio, eran señores de su suerte (así como de la suerte de la Humanidad) desembocó, en última instancia, en la constatación de que se trataba de un Destino que, después de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de los acontecimientos; y, por tanto, como reconocieron los profetas hebreos, lo Primero será lo Último. El registro de los acontecimientos dictado por Enki se convierte, así Pues, en el fundamento de la Profecía, y el Pasado se convierte en Futuro. Planeta azul exponiendo esta cronología y sus polémicas fuentes, espera contribuir en la toma de conciencia del nuevo ser humano, que conociendo su origen, labrara su propio futuro, es total mente falsa la historia que nos contaron, solo con el fin de manipularnos e impedir nuestra evolución mental y espiritual, con el único fin de someternos y mantenernos esclavos de los dueños del mundo.
RECOPILACION INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS
FUENTE https://rey55.wordpress.com
Cuando llegué a la Tierra, había mucho inundado.
Cuando llegué a sus verdes praderas, montículos y cerros se levantaron a mis órdenes.
En un lugar puro construí mi hogar, un nombre adecuado le di.
Este largo texto continúa diciendo que Ea/Enki asignó tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión en la Tierra. Otros muchos textos, que relatan diversos aspectos del papel de Enki en los acontecimientos que siguieron sirven para completar el relato de Enki; entre ellos hay una cosmogonía, una Epopeya de la Creación, en cuyo núcleo se halla el propio texto de Enki, que los expertos llaman La Génesis de Eridú. En ellos, se incluyen descripciones detalladas del diseño del Adán, y cuentan cómo otros Anunnaki, varón y hembra, llegaron hasta Enki en su ciudad de Eridú para obtener de él el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban codificados todos los aspectos de la civilización; y también hay textos de la vida privada y de los problemas personales de Enki, como el relato de sus intentos por conseguir tener un hijo con su hermanastra Ninhursag, sus promiscuas relaciones tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas consecuencias que se derivaron de todo ello. El texto del Atra Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un estallido de las rivalidades Enki-Enlil al dividir los dominios de la Tierra entre ellos; y los textos que registran los acontecimientos que precedieron al Diluvio reflejan casi palabra por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato de Noé y el arca, relato conocido sólo por la Biblia, hasta que se encontró una de sus versiones originales mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh. Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los «mitos» egipcios, hititas y cananeos, y las narraciones bíblicas forman el cuerpo principal de memorias escritas de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido reunido y utilizado, de la mano de Zecharia Sitchin, para recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos autobiográficos y las penetrantes profecías de un dios extraterrestre. Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al profeta Isaías (siglo vii a.C):
Ahora ven,
escríbelo en una tablilla sellada,
grábalo como un libro;
para que sea un testimonio hasta el último día,
un testimonio para siempre.
Isaías 30,8
Al tratar del pasado, el mismo Enki percibió el futuro. La idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrio, eran señores de su suerte (así como de la suerte de la Humanidad) desembocó, en última instancia, en la constatación de que se trataba de un Destino que, después de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de los acontecimientos; y, por tanto, como reconocieron los profetas hebreos, lo Primero será lo Último. El registro de los acontecimientos dictado por Enki se convierte, así Pues, en el fundamento de la Profecía, y el Pasado se convierte en Futuro. Planeta azul exponiendo esta cronología y sus polémicas fuentes, espera contribuir en la toma de conciencia del nuevo ser humano, que conociendo su origen, labrara su propio futuro, es total mente falsa la historia que nos contaron, solo con el fin de manipularnos e impedir nuestra evolución mental y espiritual, con el único fin de someternos y mantenernos esclavos de los dueños del mundo.
RECOPILACION INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS
FUENTE https://rey55.wordpress.com
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